Todos los sábados, después del mediodía, Fabrizio iba a la casa de sus abuelos a jugar. A veces también se encontraba con su primo Luciano que tiene un año menos. Fabrizio tiene una hermana, Micaela, que en ese momento era muy chiquita y no iba sola a jugar a la casa de sus abuelos.
Para convertirse en rey Fabrizio necesitó de un trono. Un trono que la abuela había usado como escalera para treparse a un armario en busca de algún juego viejo, que se volviera nuevo para su nieto. El trono estaba construido a partir de una mesa pequeña y una silla, también pequeña, arriba de ésta.
En cuanto Fabrizio vio el trono se subió y comenzó a impartir sus órdenes.
- ¡Traedme el monopatín! - y Luciano va en su búsqueda. El rey lo mira agradecido y dirige su mirada ahora para la tía:
-¡Tía!¡Tú traeme un libro!
Más tarde Fabrizio, que ya no es rey, tan sólo sobrino, le dice a la tía que ella ¨debe ser bibliotequera¨ porque le gustan tanto los libros.
A la tía se le llena el corazón de ternura....